
La imagen fue llevada hasta la iglesia de San Agustín, donde la colocaron en uno de los altares laterales. Más tarde se le llamaría el Cristo de Mayo, porque, tras el terremoto acaecido el 13 de mayo de 1647, la pared donde permanecía el Cristo fue la única que permaneció en pie. El movimiento telúrico desprendió la corona de espinas, la que se deslizó hasta sus hombros. Según la creencia popular, cada vez que se ha intentado colocar la corona en su lugar, ha temblado.
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